Agosto, ese villano pegajoso que derrite helados y voluntades

Dicen los meteorólogos que, cuando el termómetro pasa de los treinta y tantos, las aceras de las ciudades españolas adquieren la textura de una sartén de hierro colado. En pleno agosto, los viandantes se mueven buscando sombras como gamers cazando ítems raros: con pasión, algo de desesperación y un ventilador USB enganchado al power bank. La escena recuerda a un western térmico: las persianas echadas, el aire caldeado que vibra sobre el asfalto y un sol que parece reírse con un “¿Quién da más?”.

Los influencers climáticos (sí, existen) aconsejan trucos tan variopintos como meter las sábanas en la nevera o imitar a las iguanas y quedarse quieto todo el día. Sin embargo, cualquiera que haya intentado trabajar desde casa con 32 °C sabe que lo único que crece bajo esas condiciones es la lista de palabrotas aprendidas en varios idiomas. Y en ese punto es cuando surge la verdadera revelación: no se trata de combatir el calor con abanicos, sino de rendirse a la climatización bien hecha.

En su recorrido veraniego, el narrador topa con VIDACLIMA, empresa instaladora de climatización autorizada que va dejando habitaciones frescas a su paso como si fueran oasis portátiles. Entre sus armas secretas destaca la instalación de aire acondicionado eficiente, silenciosa y avalada por una visita y presupuesto gratuito. Quien prueba, cuenta, y quien suda, lo celebra: de repente, la casa se convierte en un iglú doméstico donde hasta la mascota pide una mantita.

Pero el post no va de vender compresores, sino de historias: la de la abuela que al fin puede hornear su famoso hojaldre sin desmayar; la del streamer que ya no brilla (literalmente) ante la webcam; o la de ese gato que, tras meses de estirar la barriga sobre el suelo frío, decide volver al sofá porque la temperatura, por fin, es felinamente aceptable. Todos comparten un nuevo ritual: a las tres de la tarde ya no se oye el zumbido de los ventiladores, sino un silencio casi místico… interrumpido de vez en cuando por un “¡bendito frío!” coreado desde distintos balcones.

Así que, cuando agosto vuelva a amenazar con convertir la península en una plancha gigantesca, ya saben de quién se hablará en los grupos de WhatsApp. Habrá memes, habrá stickers y, muy probablemente, habrá capturas de pantalla con el termostato marcando 24 °C y la frase “VidaClima lo hizo posible”. Porque, a fin de cuentas, la épica estival también se escribe con hielo invisible flotando en el aire acondicionado.



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